Oficinas colaborativas y comunitarias: una tendencia al alza
La pandemia del coronavirus ha traído consigo una importante transformación. Con el confinamiento, millones de oficinistas de todo el mundo tuvieron que irse a trabajar a casa y, aunque no toda las empresas estaban preparadas para ello, el cambio ha funcionado bastante bien. Es más, el 75% de los empleados ha calificado el teletrabajo como un éxito.
Por este motivo, no es extraño que haya un gran interés por mantener esta fórmula una vez que se haya controlado la pandemia. Y es que son muchas las ventajas que ofrece esta modalidad. Por un lado, los trabajadores evitan desplazamientos a la oficina y pueden dedicar más tiempo a su familia. Y, por otro, las empresas pueden encontrar mejores talentos, independientemente de su ubicación geográfica, y ahorrar costes aprovechando el uso de sus instalaciones. Además, esta transformación también es más respetuosa con el medio ambiente, ya que se utiliza menos el coche, la calefacción y el aire acondicionado, lo que se traduce en menos contaminación.
Así pues, se ha producido un cambio increíble. Hace unos meses las empresas apostaban por espacios abiertos e innovadores para atraer a talentos jóvenes urbanitas, y los directivos dudaban de que los trabajadores pudieran ser productivos trabajando desde casa. Hoy, muchas grandes empresas han moderado esa perspectiva y algunas incluso han anunciado que van a seguir con esta modalidad de trabajo al menos parte del tiempo.
La cuestión es que el modelo híbrido entre el teletrabajo y el trabajo presencial en la oficina se perfila como el gran “ganador”. La oficina podría estar evolucionando para pasar a ser un espacio al que los trabajadores van de vez en cuando para realizar tareas muy específicas.
Una de ellas sería la colaboración, que incluye la “lluvia de ideas”, el diseño y la implementación de planes, o resolución de problemas. De hecho, la colaboración en equipo ha sido uno de los motivos que más peso ha tenido para que los trabajadores hayan vuelto a la oficina después del confinamiento. Con el añadido de que las relaciones sociales son esenciales para que los empleados se conozcan y estrechen lazos que son muy importantes para enriquecer el ambiente de trabajo y construir equipo.
Es cierto que hay actividades que pueden desarrollarse perfectamente a través de los canales virtuales, como la comunicación, el diseño de productos y gran parte del coaching, pero comprometerse, colaborar y crear equipo necesitan fundamentalmente de la implicación de todos los empleados. Y, aunque también podamos hacerlo a distancia, las ventajas de hacerlo de forma presencial son obvias. Y es que, aunque hay momentos de investigación, diseño y desarrollo de proyectos en los que no es necesario estar en la oficina, hay otros en los que estar reunidos en persona es más productivo.
En base a lo que venimos diciendo, todo apunta a que en los próximos años la oficina será principalmente un espacio de colaboración y de creación de comunidades, aunque algunas de las actividades continuarán requiriendo de espacios individuales.
En estos momentos, los directivos están centrados en evitar que el virus se difunda, garantizando que se cumplen las distancias de seguridad entre empleados y reduciendo el aforo de la oficina a la mitad. No obstante, una vez esté controlada la pandemia, es bastante probable que las oficinas tengan que enfrentarse a cambios muy significativos. Es de esperar que los espacios diseñados para el trabajo individual vayan perdiendo peso en pos de los espacios para colaborar y socializar.
En definitiva, la oficina y la manera de trabajar como la conocíamos hasta la fecha ha desaparecido. A cambio, la pandemia nos ha traído una oportunidad única de rediseñarla forma y el lugar en el que vamos a trabajar. Y, aunque el camino para hacer esto realidad puede alargarse entre dos y tres años, es ahora cuando hay que empezar a planificarlo todo.